“No me gusta tener que hacer lo que no me gusta hacer”
Alguna vez escuché ese comentario. Y las razones de ese pensamiento parecieron válidas en ese momento. ¿Por qué hacer algo obligado? Eso implica tener que pasar un mal rato y realizar una actividad sin ganas, probablemente obteniendo pésimos resultados.
No vamos a referirnos cuando una persona quiere obligar a otro a hacer cosas sin sentido. Hablamos de diferentes situaciones que aparecen en el transcurso de los días de todo negocio o vida empresarial. Cuando por tu responsabilidad depende una venta de éxito, recuperar un cliente o una situación particular de otra persona.
- Siempre habrá una reunión con un cliente o proveedor complicado. El cual se siente más poderoso o que lo sabe todo.
- Alguna vez tendremos que dar la cara por algún problema no resuelto, alguna falla de un producto o demoras en atender un servicio o solicitud.
- O quizás nos tocará conversar con alguien diciéndole que ya no va a trabajar más nosotros
- Y seguro que también nos pasa que debemos hacer sacrificios importantes por ese curso, maestría, viaje, presentación, oferta o cualquier complemento profesional
Todo lo referido anteriormente (hay muchos casos más), son situaciones como ejecutivo o emprendedor enfrentamos en todo momento. Y a muchos pueden no gustarle estos eventos.
Entonces, ¿qué actitud podemos asumir para hacer lo que no me gusta hacer?
Aquí es cuando lo que debe primar es nuestro CONVENCIMIENTO en lo que hacemos. Es decir, creer firmemente que enfrentar esa situación, nos va a dar réditos. Sea en ese mismo momento o a futuro. Que si hay un sacrificio de por medio, será por algo mejor o superior.
Y para esto, debemos haber establecido con claridad nuestra meta. Saber a dónde queremos ir. Al tener esto definido, cualquier momento desagradable, cualquier “hacer lo que no me gusta” y las piedras en el camino, las veremos con distintos ojos. Con mucha más paciencia, las prepararemos mejor y quien sabe, hasta las empecemos a disfrutar…
Por: Gerardo Váscones L